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Para una cierta tradición, la política se entiende ligada a la función del poder y desligada de la ética del bien común. Sin embargo, la democracia como forma de gobierno está muy vinculada a esa idea de “bien común” o voluntad general y, en este sentido, sí podemos afirmar que la política tiene conexión directa con la ética pública o cívica. Y en esta tradición no basta con la gestión de la cosa pública, también es necesaria una cierta “legitimidad”.

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