La filosofía es siempre una palabra misteriosa que provoca dolores de cabeza o entusiasmo, una disciplina que o se la da por muerta o se la considera fundamental. Hoy se encuentra en la misma situación. Al fin y al cabo, los filósofos sólo se dedican a complicar las cosas.
Sin embargo, solemos olvidar que forma parte de nuestra naturaleza humana la capacidad de pensar más allá de lo que recibimos social y culturalmente, lo que nos permite anticipar nuevos mundos, nuevas formas de encarar la vida y la muerte; en otras palabras, es un ingrediente fundamental de nuestra creatividad. Cuando esto ocurre estamos, en realidad, filosofando.
En realidad filosofar no es nada especial, aunque quien presume de filósofo tiende ; a pensar que es una actividad diferenciada para la que es necesaria una formación específica, esto es, una formación filosófica. Tengo serias dudas al respecto sobre lo atinado de tal opinión.
Es frecuente, también, encontrarnos con la defensa airada de la filosofía -la disciplina, la asignatura o materia- en el currículo de la educación secundaria, afirmando de ella que es fundamental para que podamos ayudar a formar ciudadanos críticos, reflexivos, responsables o cualquier otra cosa por el estilo, defensa de la que podríamos deducir que sin clases de filosofía es realmente improbable o imposible desarrollar la capacidad crítica.
Quizá lleven razón, aunque lo que se suele hacer en las clases de filosofía de forma habitual, no difiere de lo que se hace en otras clases -en las que prima la reproducción más que la reflexión o la crítica- salvo en el contenido, en los temas. De ello deducimos que deben ser los contenidos de las ideas de los filósofos de la historia o el contenido específico de las ideas filosófica el suelo sobre el que se asienta la posibilidad de conseguir tan alta capacidad. Dicho de otra manera: aprendiéndose de memoria lo que los profesores de filosofía exponen se desarrolla la capacidad crítica. Si con el resto de las materias parece que no se potencia la capacidad crítica y en filosofía se hace lo mismo que en el resto, la conclusión es, obviamente, la anterior: simplemente aprendiéndose de memoria el contenido filosófico potenciamos el desarrollo de esta capacidad. Pero, ¿es esto cierto? Tengo serias dudas, dudas que expongo a continuación.
No es raro encontrarnos con personas que tienen una alta capacidad crítica y reflexiva y no han estudiado filosofía. En muchos países (yo diría que la mayoría) del mundo, no existe la filosofía como materia o disciplina en la enseñanza secundaria y hay ciudadanos de estos países que son críticos. Podemos compararlo con el estudio de la gramática y del hablar y escribir de forma estupenda. El hecho de ser un buen gramático no conduce necesariamente a escribir y hablar estupendamente; como tampoco, del hecho de que no se sepa nada de gramática, se sigue el que uno no pueda escribir y hablar estupendamente. Lo mismo ocurre con la lógica y el razonomiento fuera del contexto lógico. Este simple hecho nos dice que la capacidad de ser crítico es relativamente independiente del contenido, de los temas del currículo.
¿No será que la capacidad crítica -también la creatividad- es algo más que dominar contenidos memorísticos? Quizá tenga que ver más con formas de enfocar tareas, de comprender más allá de las normas establecidas, de establecer relaciones de una ideas o procedimientos con otros... Quizá esté relacionada con la creatividad. Pero, en cualquier caso, la capacidad crítica no es una potencia, sino que se muestra en la acción de ser crítico. Y, para serlo, es necesario tener ciertas habilidades o destrezas como ser capaz de relacionar ideas aparentemente no conectadas, comprender más allá de lo literal, interiorizar la actitud de búsqueda de la verdad, de sospechar de las apariencias...
Pero, todas estas habilidades no están en los contenidos por sí mismos. No están en las palabras de Kant, ni en las de ningún autor. Estuvieron en Kant y en el resto de los autores, porque sólo las personas pueden ser críticas y/o creativas, no los textos.
En realidad, un texto puede afrontarse crítica o normativamente. Podemos utilizar un texto poco crítico como Mein Kampf de Adolf Hitler para poner en juego las habilidades críticas.
Y, cuando hablamos de capacidad crítica y creativa, es necesario incluir la actitud con la que la persona encara un problema, una lectura... Y en esa actitud hay elementos emocionales básicos. Si lo que el sujeto busca es seguridad, es difícil que desarrolle con facilidad unas capacidades como estas.
Así pues, si queremos ciudadanos críticos, creativos y emocionalmente educados para resistir el pánico de la falta de certidumbre, tendremos que propiciar situaciones de aprendizaje que promuevan la crítica, la creatividad y una emocionalidad que asuma la incertidumbre. Y eso no se consigue con una metodología basada en la exposición, independientemente de la materia, sino con metodologías más centradas en la resolución de problemas, en el diálogo en torno a problemas, en el autoaprendizaje y la búsqueda... Y el contenido ha de estar subordinado a todo esto.
En un contexto de enseñanza y aprendizaje como el que apunto, el contenido filosófico puede ser más relevante que otros contenidos y por ello tendría sentido defender la presencia de la filosofía. Pero en un contexto educativo como el que tenemos, el que haya más o menos filosofía es irrelevante para "producir" ciudadanos críticos.