Llegaste sin auroras que te anunciaran
A Flora Llegaste sin auroras que te anunciaran, anudando las palabras con tu sonrisa. No fue de golpe, no; un río lento que tus ojos mecían filtrábase por los poros de mi presente; mar, al fin, o cascada violenta, qué sé yo; así, en un instante, unos labios calientes, aroma de mil diablos rizábase, ascendía, cálido. Ausencia, también, recuerdo. Quizá tu, quizá yo, quizá el beso, tu cuerpo, tu olor, quizá el beso, mi cuerpo y tus manos a su encuentro. Tu voz reposa lenta en mi memoria, de ayer, de hace un rato, un siglo quizá: ¿Un cuánto?
Enrique Pampyn |